Nicanor decide el año 1988 construir un espacio definitivo para sus libros, los que trasladaba de un lugar a otro dentro de su casa en La Reyna. Estaba por esos años muy metido en el taoísmo y a este lugar le llamó “la pagoda”. Un cubo de dos pisos con plantas libres. En el primer piso instaló muebles para guardar libros y repisas que tapizaron todos los muros, dentro de los cuales fue organizando por temas. Literatura española en la escalera. Filosofía en un sector, en otro mecánica cuántica y en otro lugar todo lo que se refería a su propia obra. Shakespeare se desbordaba por todos los sectores y había enciclopedias británicas abiertas marcadas con bolsitas de té. Muchos libros sobre ecologismo en la época en que acababa de construir este lugar; infinitas carpetas de estudiantes que tenía que corregir, como también torres de concursos de poesía.
El primer piso se transformó cada vez más en una cueva oscura porque las repisas de libros ya tapaban hasta los ventanales, no dejando entrar una gota de luz. Este primer piso lo usaba solo para sacar el libro que necesitaba y lo consultaba en el segundo piso, un espacio abierto con muchos ventanales en los que se podía ver toda la naturaleza salvaje que rodeaba la pagoda.
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En este espacio instaló unos pupitres que le regalaron del Internado Nacional Barros Arana, en donde él mismo estudió. Cada pupitre tenía un libro abierto y así se desplazaba de pupitre en pupitre mientras traducía El Rey Lear, por ejemplo. Cada pupitre tenía una traducción distinta y así podía ir comparando las diferentes entonaciones que le daba cada traductor a la obra, para finalmente reescribirla a su manera.
Acá también instaló un equipo de música muy moderno con parlantes que retumbaban en todos los rincones de su llamado «nicho ecológico» o universidad abierta de La Reyna. También instaló una cama en la que leía y dormía siesta y una antena parabólica gigante para tener acceso a ver CNN en una epoca en que no existía aún el teve cable.