En el crispado Chile del año 1972, el Chile de Salvador Allende y de la Unidad Popular, escenario de enfrentamientos políticos cada vez más violentos, la publicación de los Artefactos (una caja con 121 tarjetas postales, ilustradas con textos y dibujos) supuso una enorme provocación. A los pocos meses tuvo lugar el golpe militar de Augusto Pinochet y las autoridades militares secuestraron la edición, destruyendo buena parte de las cajas. Antes, algunos sectores de la izquierda chilena y latinoamericana, siempre suspicaces con las díscolas actitudes de Parra, habían execrado su escaso sentido de la corrección política y la despreocupación con que parecía dar cabida, en estos “artefactos”, a todos los discursos. A pesar de ello, su onda expansiva no ha dejado de ampliarse en todo este tiempo, y en la actualidad todavía se hacen sentir los efectos de esta carga de profundidad, que sigue socavando todo tipo de convenciones, tanto genéricas como ideológicas.
El propio Parra ha dicho de los artefactos que son el resultado de “la explosión del antipoema”. “Bueno, los artefactos son más bien como los fragmentos de una granada. La granada no se lanza entera contra la muchedumbre. Primero tienen que explotar: los fragmentos salen disparados a altas velocidades, o sea, están dotados de un gran cantidad de energía y pueden atravesar entonces la capa exterior del lector”. Parra define el artefacto como “una configuración lingüística autosuficiente, que se basta a sí misma”. Su eficacia, añade, viene a ser la misma que tiene «un aviso de diario». «Se trata de tocar puntos sensibles del lector con la punta de una aguja, de galvanizarlo de manera que el lector mueva un pie, mueva un dedo o gire la cabeza.»
Los Artefactos de 1972 constituyen una etapa decisiva en el desarrollo de la antipoesía, por cuanto jalonan su resuelta aunque nunca completa decantación hacia la visualidad. Suponen un puente entre el antecedente remoto de El Quebrantahuesos y los “trabajos prácticos” en los que Parra se ha ocupado durante las últimas décadas. En su gestación intervienen elementos tan presentes en la experiencia cotidiana como el lenguaje de la publicidad y los graffitis callejeros, y la sensibilidad por lo popular junto con un certero sentido de la vanguardia. Los primeros artefactos, todavía sin imagen, datan del año 1967.
Los Artefactos de 1972 son resultado de un trabajo hecho a dos manos entre Nicanor Parra, autor de todos los textos, y un entonces jovencísimo Guillermo Tejeda, prometedor diseñador y grafista, que los ilustró con toda libertad. Fue idea de Cristián Santa María, director en aquel tiempo de las Ediciones Nueva Universidad, proponer a Tejeda para esta tarea. “Recibí los textos escritos con bolígrafo azul”, comenta Tejeda. “Recuerdo esas noches pegoteando textos o letras sobre una mesa un poco bamboleante que yo mismo me había construido, mientras Chile se deslizaba oficialmente hacia el socialismo y secreta o extraoficialmente hacia el pinochetismo… Vistas las cosas desde hoy, me parece que había en esas extraordinarias condiciones de trabajo una marca del ambiente carnavalero e improvisado del allendismo luchando contra el antiallendismo y viceversa…”.